«En nits com aquella, en què l’aire és tan clar, tothom acaba dient el que sent. Sense ni adonar-te’n, obres el cor i et poses a parlar amb qui tens al costat com si parlessis als estels»
Una vez al año vuelvo a Banana Yoshimoto, escritora japonesa que, incluso sin llegar a conmoverme con su obra «Kitchen», consiguió ganarse un resquicio en mi corazón. En este caso la recupero con «Tsugumi», historia que nos sitúa en medio de un cambio, en el traslado del campo a la gran ciudad y el rito vital que esto comporta.
María se ve afectada por esta mudanza, por esta nueva vida a la que debe adaptarse, pero no solo ella pasa por una transformación, sino que sus amigas Tsugumi y Yoko la acompañan. Un verano nostálgico, con olor a sal y arena. Un viaje en el que la amistad está siempre presente y donde la paz se encuentra en cada página. Amor acostumbrado, un hogar diminuto y un apego gigantesco. Un paseo por la playa que nos permite conocer toda la historia familiar, el papel representado por el vecindario y la evolución causada por el curso temporal.
Un proceso por el que todos pasamos. Todos atravesamos metamorfosis varias, evolucionamos y dejamos momentos en la estantería. Pero recordar es bueno, debemos quitar el polvo de los objetos expuestos para que puedan brillar en su máximo esplendor. María abandona su pueblo para vivir en Tokio, abandona las pequeñas cosas para entrar en un mundo contrario al conocido, un espacio abarrotado, agotador y angustioso. Sin embargo, el cambio es lo que le permite conocerse, entender su mundo y valorar lo que tiene.
Una historia genial escrita desde la melancolía, estrechamente relacionada con la poesía bucólica, una aventura muy liviana que habla desde lo cotidiano. Y es que en Tokio todos tenemos una parte de nosotros, una persona que nos escribe para decirnos que a veces no hace falta que todo salga bien para que las cosas sigan su curso.