Sobre la pintura de Palmira Puig «Desolaçâo», 1949
Quienes somos se transforma en una limadura.
Permitir que emerja es una tarea de frontera, amalgama de diques.
Acaban con la vida: tumores buscando un camino inexplorado.
Pequeñas lágrimas subalternas al ánimo se secan o se escapan a otro país.
La soledad se acuesta en la ladera. Hace una fogata y no repara en mantas. Otra vez el fertilizado material ha dado noches como fruto.
Y, blanca, amaré su luto. En todo lo que he vivido sembraré veranos. Aboliré el invierno como código genético.
Iré a llorar a las faldas del sauce. No me enjuiciará. Llorará conmigo.