En estas fechas, las agendas se llenan de citas ineludibles: las cenas de Navidad. Ya sea con la familia, los amigos del instituto o los nuevos compañeros del trabajo, reservamos fechas (aunque sea a regañadientes) y nos vestimos de nuestras mejores galas para comer y, si cabe, disfrutar de la noche de una forma agradable.
Existen reglas no escritas sobre cómo debemos comportarnos en la mesa. Un protocolo que debemos seguir en cenas de gala, con una actitud precavida que no llame demasiado la atención de los otros comensales. Debemos estar firmes, comer todos los platos que vayan sirviendo y mantener una conversación —aunque no demasiada para no parecer pesados—. Cuidado con hablar con la boca llena, ya sea de comida o de grandes argumentos, pues puede transformar la conversación de la mesa de un territorio cómodo y afable a un ambiente totalmente hostil.
Editado por Salamandra, en «La cena» nos encontramos una historia de límites, de saber hasta dónde somos capaces de llegar para salvar a los nuestros. La historia gira en torno a dos hermanos que asisten a una cena con sus respectivas parejas: Serge, un político en plena campaña y aspirante a primer ministro, convoca a su hermano Paul para prepararse ante la posible inculpación de sus hijos por un homicidio.
Lo que comienza como una comida aparentemente cordial pronto se convierte en un campo minado de secretos familiares y dilemas éticos. A medida que avanza la velada, los diálogos entre los comensales revelan una verdad cada vez más perturbadora: ambos matrimonios se enfrentan a la difícil decisión de cómo manejar un crimen que sus hijos han cometido. Este conflicto moral es el eje alrededor del cual gira toda la historia, y expone hasta dónde están dispuestos a llegar los padres para proteger a sus hijos.
Koch es capaz de crear personajes que irritan al lector, sí, pero que este no puede dejar de leer. Surge una especie de curiosidad por saber qué sucederá y por descubrir qué será lo que dinamite la cena. De primeras, todo apunta a la relación entre los hermanos, que no es precisamente buena: mientras Serge siempre ha acaparado toda la atención —es un político muy reconocido—, Paul es un hombre frustrado con muchos problemas. Esa relación se traslada a sus parejas e incluso a la forma en que los padres se relacionan con sus hijos. Eso sí, todo queda de puertas para adentro. Si bien no debe perderse la compostura de familia perfecta, esta se resquebraja a medida que los detalles del caso salen a la luz y la ira de personajes como Claire se desata en busca de un solo fin: que la «familia perfecta» siga unida.
La estructura del libro, organizada en partes que coinciden con los platos del menú, crea una atmósfera de tensión. La atmósfera se va cargando y cada intervención en la mesa revela nuevos perturbadores datos del caso, preparando al lector, que entra en la mesa como uno más, para sumergirse en esta espiral de incomodidad que sabe que tendrá un final trágico. La incomodidad comienza con varias preguntas que el lector se hace acerca de la honradez. Muchos —y me incluyo— nos damos golpes de pecho cuando en nuestras conversaciones aparece el tema de la moral, pero ¿seríamos capaces de mantenerla si los nuestros están en peligro? Es una pregunta difícil de contestar, sobre todo hoy en día, cuando vemos que todo lo que creemos real ha podido estar manipulado. Con «La cena» no llegarán las respuestas, pero sí será un buen entrante para tratar estos temas en la mesa.