La saragata

30 AGO

La gran despensa americana

Por José Luis Ramos Rebollo
La gran despensa americana

La autora estadounidense, en el prefacio, advierte: «Hablo de mí, y […] también hablo de las personas con las que compartí cada momento, y de sus profundas necesidades de amor y de felicidad».

 

La obra de Fisher no es un recetario, tampoco son unas memorias, ni es una crónica del siglo XX y menos aún es una novela. La obra de Fisher incluye recetas, recuerdos de infancia, reseñas históricas y pasajes ficcionales muy sabrosos.

 

Como si de un menú degustación se tratara, compuesto de 26 capítulos breves, Fisher retrata las primeras tres décadas de su vida a partir de experiencias en torno a las tres necesidades que admite tener: alimentación, seguridad y amor, pero todas mezcladas y conectadas.

 

Desde la vez en la que preparó para ella y para su hermana unos huevos hindúes; las veladas en el internado femenino en el que estudió; la primera vez que cocinó, a los diez años, un pudin para su madre; el momento en el que descubrió el significado del término «uranismo»; o la ocasión en la que, en uno de sus viajes, tomó una decisión: «Decidí que quería vivir cerca de Málaga. […] el paisaje se parecía al de California, entre Balboa y San Diego, y me encantó».

 

Pocos conocen a Fisher, coetánea de Pla y Liebling. Los tres vivieron las dos Guerras Mundiales, los tres vivieron en diferentes países del mundo, los tres escribieron sobre cocina y cultura gastronómica, los tres cayeron fascinados por moluscos y crustáceos. El catalán construyó un punto de vista –con boina, según Vázquez Montalbán– y el estadounidense, un lenguaje muy personal. Fisher fabricó, no solo una mirada y un idioma propios, sino un género literario.

 

Maria Nicolau, en el prólogo de la delicia culinaria de Fisher, alude a Pla y a su obra gastronómica, considerada alta literatura, para preguntarse por qué no se considera de igual modo la obra de Fisher. Pla recorre estaciones climáticas y geografía española, a partir del poso de la cocina familiar, para dibujar un mapa de sabores y tradiciones en torno a eventos del calendario y lugares reconocibles.

 

La obra gastronómica de Liebling, recientemente reeditada, se define por la relación de este con la comida. Son abundantes los restaurantes que visita durante su estancia en París, años que Fisher pasó en el internado, y numerosas las reflexiones acerca de la carne de caza, el vino o incluso los mercados y Mussolini.

 

Según Vázquez Montalbán, Pla constituyó uno de los teóricos del comer. Incluyo a Liebling, alarmado cuando veía que un restaurante parisino era traspasado. ¿Por qué, se pregunta Nicolau, no se considera alta literatura la obra de Fisher? Quizá porque la estadounidense es una teórica del cocinar, no del comer. En sus propias palabras: «una de las emociones más agradables del mundo es saber que yo, con mi cerebro y mis manos, he alimentado el pequeño círculo de seres queridos».

 

*Las traducciones de las citas son mías.

 

FISHER, Mary Frances Kennedy (2023 [1943]), El meu jo gastronòmic, Barcelona: L’Altra Editorial.

LIEBLING, Abbott Joseph (2022 [1944]), Gust per París, Barcelona: Univers Llibres.

PLA, Josep (1997 [1972]), Lo que hemos comido, Barcelona: Destino.

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