GONZALEZ CALERO, PEDRO
Cuando a Diógenes alguien le reprochó beber en la taberna, este respondió: "¿Y qué tiene de malo? Lo raro sería ir a beber a la barbería y cortarme el pelo en la taberna". A alguien que le criticó a Aristóteles haber dado limosna a un malhechor, este respondió: "Yo sólo ayudé al hombre, no a sus costumbres". Cuando un grupo de rencorosos aristócratas le dio una paliza al mordaz Voltaire, uno de ellos exclamó: "No le peguéis en la cabeza, de ahí puede salir algo bueno". "Buscamos la felicidad -escribió Voltaire-, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo confusamente que tienen una." Después de que los filósofos Hegel y Schelling se enzarzasen en una trifulca pública, el periodista satírico Moritz Saphir sentenció: "Los filósofos piensan oscuramente, pero maldicen con mucha claridad". Haciendo gala de una gran modestia las últimas palabras de Auguste Comte en su lecho de muerte fueron: "¡Qué gran pérdida para la humanidad!". Freud, cuyo psicoanálisis interpretaba gestos inadvertidos com