ÁNGELA VALLVEY
Todo transcurre entre el 1 y el 20 de noviembre de 1975, día de la muerte de Franco, y tiene como telón de fondo una pequeña comunidad rural en la que ya pueden apreciarse las sutiles convulsiones sociales que poco después transformarán radicalmente la sociedad española. Se llamaba La ciudad del diablo a la otra España en términos de la dialéctica de aquellos cardenales que contribuyeron a adornar, si es que no idearon, el imaginario de la Cruzada Franquista. Era el mes de Todos los Santos, el mes de la muerte. Pero aquel mes de noviembre del año 1975 fue más que nunca el de la muerte para San Esteban, un pequeño pueblo cercano a Toledo, situado apenas a cinco kilómetros de la capital manchega, parte de los primeros ensanches realizados fuera de sus murallas a partir del siglo XV. Mientras Francisco Franco agonizaba en El Pardo y la Marcha Verde avanzaba implacablemente por el Sahara, la muerte seguía repartiéndose generosamente por el mundo, y fue magnánima con San Esteban: el sá