BERNARD WASSERSTEIN
Era 1919 cuando ya Anna Ajmátova expresaba que el siglo xx le parecía "peor que cualquier otro". Europa acababa de vivir la gran conmoción de la revolución rusa, el genocidio armenio y la terrible mortandad de la Primera Guerra Mundial. Poco después el siglo trajo una nueva guerra más cruel si cabe y Europa conoció de cerca bombardeos de ciudades como Guernica, Rotterdam, Coventry o Hamburgo; matanzas de inocentes en Lídice y Oradour; guerras civiles en Finlandia, Irlanda, España, Grecia o Yugoslavia; descubrió los osarios de los campos de exterminio nazis y los campos de trabajo esclavo en el Gulag. Sin olvidar las víctimas del terrorismo político de Bolonia, Madrid o Londres. Si en toda la historia existe el esquema civilización-barbarie, en pocos períodos históricos ha estado tan presente esta "relación dialéctica", que señalara Walter Benjamin, como en la Europa de nuestro tiempo, en donde la civilización y la barbarie avanzaron codo con codo. Un largo listado de barbaries, pero también el