«Nunca había considerado la responsabilidad enorme que es encargarse de una misma».
A medio camino entre el diario de aprendizaje, la crónica de una mujer que ha crecido en un entorno violento y el cuaderno de las lecturas que han convertido a Olivia Teroba en autora, la mexicana transforma la enfermedad del escritor en la terapia del lector.
«Dice Marguerite Duras que escribir es callarse, aullar sin ruido».
Teroba incorpora numerosas meditaciones sobre desocuparse de una misma para ocuparse de los demás, sobre la procrastinación como eje vital, sobre la utilización perversa del lenguaje para disfrazar el rechazo en forma de halago. Y sobre las escritoras.
«En México, hace cincuenta años, Asunción Izquierdo usaba un seudónimo para publicar y así no disgustar a su marido».
Sin embargo, es necesario desplazar la fuente de iluminación de aquellos temas sobre los que reflexiona, con humor y sin afectación, para considerar aquellos que calla, aquellos sobre los que aúlla sin ruido.
La suma de las vidas individuales, como adelanta Victoria Ocampo en el paratexto, con los aprendizajes de cada una de ellas, constituyen un movimiento pendular, a modo de columpio, en el que se encuentran los humanos durante su existencia finita.
Del odio adolescente al amor a una misma; de la amistad incondicional a la traición; de la ruptura a la reconciliación de un pueblo con sus colonizadores; de la violencia a mejorar la relación con nuestro propio cuerpo.
«Conozco la felicidad. La practiqué en la infancia», dice Elena Garro.
Sigamos siempre en un columpio.
Leeremos UN LUGAR SEGURO en Rasmia, el «Club de lectura de No (solo no) Ficción» de la irreductible.