Bajo la ventanilla y entra el aire. Odio que la bajen si conduzco yo, pero el copiloto tiene el poder cuando hay otro atento al volante. Intento grabar vídeos de 15 segundos con el paisaje efímero que dejamos atrás. Historias que demostrarán que estoy lejos de casa, que estoy viviendo el verano, descubriendo el mundo. Concentrada en los colores portugueses que observo más vivos que los nuestros. «No pierdas los colores que te juegan caminos / esta tarde en tu breve jardín murado. Mira. / Aquí están. Tú los tocas. Son los mismos colores / que en tu corazón viven ya un poco despintados». Quizá sí despintamos los habituales y nos deslumbran los recién descubiertos. Los que vemos a golpe de kilómetros.
Es el primer viaje largo en coche. Paras, cargas el vehículo eléctrico en esta nueva aventura, abres la nevera y sacas la merienda. El conjunto cumple rituales de cariño que creías haber perdido. Abrazas el momento. La demora que todo lo detiene y que exige que tu cuerpo frene, que no exista la prisa. La energía manda tus minutos. El escenario que nunca hubieras imaginado ahora se convierte en la espera paciente de tus días estivales. «¡Ah, gracia de los años, maravilla / de ofrecerle al amor cualquier penumbra, / la de un coche, una esquina solitaria / o la de un palco de teatro mientras / puede, sin verla, pasar la muerte!». Quizá sí nos libramos de la muerte a cada paso, tras cada área de servicio. Quién lo sabe.
Hueles a mar porque no has vuelto a subir la ventanilla. Ahora conduces y lo ves solo de refilón, pendiente de la carretera. La brisa os hace sonreír. El Atlántico está aquí. Has de parar. No importa la hora que sea, tú decides porque el reloj ahí no existe. Bañador, toalla, sombrilla. Solo aguarda ese mar salvaje, esa arena tan distinta a la mediterránea. «… el corazón del amor ciegamente ascendido, / muriéndose en pedazos de dulce sal y espumas. Todo nos mira alegre, después, por las orillas». Quizá sí que esa mañana es como si tuviéramos veinte años.
El cúmulo de recuerdos del verano nos aviva los sentidos. Puede que nos aterrorice entonces el cambio de estación. ¿A quién puede gustarle el retorno a la rutina si piensa en todo aquello? «Perdonadme que hoy sienta pena y la diga. / No me culpéis. Ha sido / la vuelta del otoño».
(Inspiración y referencias de la obra «Retornos de lo vivo lejano» de Rafael Alberti)
(BSO Terça-feira (coisas pequeninas) de Luísa Sobral)