Acaba de empezar diciembre y ya estoy pensando en lo que vendrá. En el mes siguiente. «Enero». El fin de año siempre se utiliza para hacer balance y encontrar qué cosas buenas pasaron y qué es lo que nos gustaría corregir, para empezar el próximo de una forma renovada. Parece que el frío se lleva todo lo malo acontecido, como si se tratara de una limpieza espiritual, permitiéndonos equivocarnos de nuevo en el primer mes.
Pero esto no siempre es así. De hecho, me atrevería a decir que nunca lo es. No somos máquinas y seguimos guardando en nuestro disco duro esa situación embarazosa que vivimos con siete años. Además, no en todos los lugares es invierno, a veces en enero se topan con un clima asfixiante. Hecho que hace que los problemas cojan un tono sepia y se empapen de sudor.
Sara Gallardo retrata en su primera novela, «Enero», a Nefer. Recuperada y editada por Malas Tierras, muestra la historia de una joven adolescente de dieciséis años que descubre que está embarazada. Esta nueva vida que crece en su interior no es deseada, pues procede de una violación en el campo. Típica, nos dicen, común y horrenda.
Su pequeño pueblo está empezando la temporada de cosecha y Nefer se ve incapaz de comentar este suceso con su familia justo cuando se entera. ¿Acaso alguien lo sería en su situación? Las dudas de la chica son comprensibles: es una trabajadora que proviene de una familia pobre, sirve a los demás y es joven, por lo que todos la tratan con condescendencia. Además, su familia ejerce un gran poder sobre ella, que no sabe cómo manejar y prefiere no enfrentar.
El lector vive esta situación que se ejerce sobre la joven, ya que ella no decide por sí misma, sino que sus decisiones se basan en lo que pensarán y opinarán los demás. Especialmente su figura materna dominante, que es quien decide por ella. Muchas veces, estos momentos similares que podemos vivir en nuestro día a día se sienten como este verano asfixiante que vive Nefer: la coacción de hacer o no hacer algo por el qué dirán, cumplir con la presión familiar o el simple hecho de no querer defraudar a los demás.
Nefer se encuentra atrapada en una situación en la que su voluntad y sus deseos son ignorados, sufre su agonía en silencio. Solo desea «cavar un pozo en la tierra» y convertirse en raíz, para así alejarse del miedo que le provoca el momento de tener que contar a todos que está embarazada y que, en su interior, la cosecha ya ha comenzado. Será cuestión de tiempo ver si el sudor de su frente cubre esas raíces, para poder llevarse todo lo malo, y ser capaz de afrontar el futuro que vendrá.