RAMÓN JAVIER CAMPO
La estación internacional de Canfranc, inaugurada en 1928, se convirtió en la Segunda Guerra Mundial en un enclave estratégico para las redes de espionaje de los aliados. Por esta frontera del Pirineo aragonés pasaron los mensajes en clave de la Resistencia Francesa y los agentes que trabajaban para el Intelligence Service británico que resultaron decisivos para inclinar la contienda contra los alemanes. Hasta noviembre de 1942, el andén francés de Canfranc estuvo libre de los nazis porque se encontraba en la zona no ocupada. Por eso, la Embajada británica en España escogió el paso aragonés para el paso de información y personas al estar Irún cerrado por la ocupación alemana.Una organización integrada por 30 personas (entre franceses, vascos y aragoneses, muchos de ellos de ideología de derechas) dirigida por militantes franceses de un partido monárquico estableció una conexión semanal por tren entre Canfranc, Zaragoza y San Sebastián para llevar los mensajes al consulado inglés de la capital donostiarra que,